Un propósito con papas y refresco, por favor


Hace unos días guiaba un debate entre mis alumnos sobre la construcción de la esencia siguiendo a Sartre—, sobre la búsqueda de propósito.

¿Hay un solo propósito en la vida o aspiramos a tener varios?, ¿lo construimos eternamente o llegamos a un producto final en algún momento?, ¿tenemos auténtica libertad de formarlo a placer o algo superior a nosotros nos otorga uno predeterminado? Adoptarlo es una cosa, pero nacer con él es imposible según Jean-Paul Sartre.

"La existencia precede a la esencia", nos dice mientras nos enfrenta a la condena que supone la libertad. La libertad, para él, no es una elección, sino una condena. Estamos condenados a ser libres y, a la vez, a ser radicalmente responsables de nuestras elecciones y acciones. ¿Podemos arrepentirnos? Sí, pero ¿qué es el arrepentimiento?, ¿enmienda, pesar?, ¿un simple sentimiento?, ¿sirve de algo?, ¿implica un cambio verdadero o se queda en un "no lo vuelvo a hacer"?, ¿las personas cambian?, ¿su propósito es objeto de cambio?, ¿cambiar de propósito es tan "simple" como cambiar de opinión? No elegimos nacer, pero sí elegimos cómo vivir en cierta medida, y también cómo y con qué darle sentido a nuestra existencia. 

La libertad suena como algo positivo, algo que todos queremos y que buscamos en lo cotidiano, pero ¿ser libres es sinónimo de ser felices? La libertad implica responsabilidad y conciencia. Al no tener un propósito inherente, estamos obligados (condenados) a buscar uno mientras corremos impacientes de la angustia existencial. Es que ser libre insiste Sartre no significa tener todo lo que deseamos, sino determinar lo que deseamos y, con la misma desesperación que Noah le cuestiona a Allie "¿qué es lo que quieres?" en The notebook, la vida pone a algunos contra la pared una y otra vez hasta que como Allie responden con un cansado y ahogado "no es tan sencillo".

El propósito es tan ancla como satélite. No tenerlo se traduce en "vacío" y aunque asusta, el vacío existencial es nuestra condición fundamental. Estamos destinados al mismo hasta que cumplamos la condena de elegir cómo llenarlo. Pero, ante el despropósito, el impulso de la angustia y la responsabilidad de no existir por existir, ¿a qué nos llevan?, ¿a dejar de hacerlo?, ¿a dejar de existir?, ¿también somos libres de eso? Es un hecho: no elegimos nacer, pero podemos elegir morir. Y si fallamos, posiblemente la condena se multiplique, seguimos siendo libres en esencia... ¿premio o castigo? 

Si sobrevives al afilado cuchillo del despropósito, ¿qué sigue?, ¿y qué sigue para los que como efecto dominó se cuestionan ahora su propia esencia ante tu intento de huida?

Aparentemente, la permanencia de la vida implica una nueva búsqueda y por ende un periodo ineludible (aunque no eterno) de vacío

El propósito nos da sentido, el sentido nos da estabilidad y la estabilidad nos da plenitud que bien podríamos interpretar como felicidad. Felicidad fugaz, pero pura, esa que se experimenta pocas veces con el objetivo de sacar sonrisas espontáneas. 

Un día después del debate visité McDonald's y, como hace 20 años junto a ti, fui directo al menú infantil. Me dieron a elegir entre nuggets o hamburguesa, y cuatro juguetes distintos para la felicidad fugaz:

Nuggets y el pajarito rosa.

(En las opciones no había un propósito, pero ten la seguridad de que si lo hubiera, lo habría elegido para tu cajita feliz).

Con papas y refresco, por favor.


 

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